Page 494 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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superficie pintada: una cabeza de águila, una
espada en alto y más. La parte inferior era
suave, exceptuando la carga: una masa
metálica en forma de gota de unos seis pies
de largo, pintada de azul.
Durante unos momentos Bond y yo nos
quedamos allí, tan sorprendidos por aquella
súbita aparición como si fuese un milagro.
El joven dentro de mí —la sombra del pobre
y desaparecido Moses— se emocionó al ver
aquella máquina elegante. ¡Qué aventura
para el piloto! ¡Qué imagen tan gloriosa! Y
qué coraje extraordinario se debía de precisar
para elevar aquella máquina en el aire
ennegrecido por el humo de la Alemania de
1944 —elevarla tanto que el paisaje del
corazón de Europa se reducía a un mapa, un
mantel cubierto de arena, mar y bosques, y
pequeñas gentes— y luego cerrar el interrup‐
tor que la lanzaba en el tiempo. Imaginaba
que el Sol debía saltar sobre la nave como un
meteoro, mientras que bajo el casco, el
paisaje, convertido en plástico por el tiempo,
fluía y se deformada...
Entonces, las alas brillantes viraron de nuevo
y el ruido de la hélice se precipitó sobre
nosotros. La nave se elevó y se alejó sobre el
bosque en dirección a la Fuerza
Expedicionaria.
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