Page 613 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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tubo de unas pocas pulgadas de ancho—
salió de la piel, brillando con la misma
textura metálica que la pirámide, y se acercó
al ojo de Nebogipfel.
Lo reconocí, por supuesto; era el regreso del
dispositivo ocular que había visto antes. En
un momento se encajaría en el cráneo de
Nebogipfel.
Caminé alrededor del Constructor. Como ya
he dicho, era en apariencia un montón de
escoria fundida; en cierta forma estaba ani‐
mado y era móvil, porque lo había visto, o a
otro similar, arrastrarse sobre mi propio
cuerpo.
Pero no podía imaginar su utilidad. Al
examinarlo más de cerca, vi que su superficie
estaba cubierta de pelos metálicos: cilios,
como limaduras de hierro, que se
contoneaban en el aire, activos e inteligentes.
Y tuve la sensación exasperante y dolorosa
de que había más niveles de detalle que
escapaban a mi vista avejentada. La textura
de la superficie móvil era simultáneamente
fascinante y repulsiva: mecánica, pero con
algo parecido a la vida. No me tentaba
tocarlo —no podía soportar la idea de que
aquellos cilios retorcidos tocasen mi piel— y
no tenía instrumentos para investigar. Sin
medios para realizar un examen más
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