Page 54 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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a una amapola no es una amapola, aunque es parecido al
agua no es agua, aunque es parecido al sol no es el sol, y
aunque se parece a las cosas que comen y depositan excre‐
mentos no es nada que coma y deposite excrementos, sino
algo distinto de cada una de esas cosas, separadas o pues‐
tas juntas. De modo que contemplan aquella nueva cosa y
crean una nueva palabra para llamarla La llaman «fuego».
»Si se tropiezan con alguien que aún no lo ha visto y le
hablan del fuego, éste no sabrá de qué le están hablando. Y
así ellos a su vez intentarán explicarle a qué se parece el
fuego. Mientras lo hacen, saben por experiencia propia que
lo que están diciendo no es la verdad, sino solamente una
parte de ella. Saben que este hombre nunca conocerá la
realidad a partir de sus palabras, aunque dispongan de to‐
das las palabras del mundo para utilizarlas. Debe mirar di‐
rectamente el fuego, olerlo, calentarse sus manos en él, con‐
templar su corazón, o permanecer ignorante para siempre.
En consecuencia, «fuego» no importa, «tierra» y «aire» y
«agua» no importan «Yo» no importa. Ninguna palabra
importa. Pero el hombre olvida la realidad y recuerda las
palabras. Cuantas más palabras recuerde, más listo lo con‐
sideran sus semejantes. Contempla las grandes transfor‐
maciones del mundo, pero no las ve como eran vistas
cuando el hombre contempló la realidad por primera vez.
Sus nombres acuden a sus labios y sonríe mientras los sa‐
borea, pensando que lo conoce todo a través de sus deno‐
minaciones. Lo que nunca había ocurrido antes está aún
ocurriendo. Sigue siendo un milagro. La gran flor ardiente
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