Page 109 - El alquimista
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-¡Estoy buscando un tesoro! -gritó finalmente el muchacho. E
incluso con la boca herida e hinchada a puñetazos, contó a los
salteadores que había soñado dos veces con un tesoro escondido junto
a las Pirámides de Egipto.
El que parecía el jefe permaneció largo rato en silencio. Después
habló con uno de ellos:
-Puedes dejarlo. No tiene nada más. Debe de haber robado este oro.
El muchacho cayó con el rostro en la arena. Dos ojos buscaron los
suyos; era el jefe de los salteadores. Pero el muchacho estaba mirando
a las Pirámides.
-¡Vámonos! -dijo el jefe a los demás. Después se dirigió al mucha-
cho-: No vas a morir -aseguró-. Vas a vivir y a aprender que el hombre
no puede ser tan estúpido. Aquí mismo, en este lugar donde estás tú
ahora, yo también tuve un sueño repetido hace casi dos años. Soñé
que debía ir hasta los campos de España y buscar una iglesia en ruinas
donde los pastores acostumbraban a dormir con sus ovejas y que tenía
un sicomoro dentro de la sacristía. Según el sueño, si cavaba en las
raíces de ese sicomoro, encontraría un tesoro escondido. Pero no soy
tan estúpido como para cruzar un desierto sólo porque tuve un sueño
repetido.
Después se fue.
El muchacho se levantó con dificultad y contempló una vez más
las Pirámides. Las Pirámides le sonreían, y él les devolvió la sonrisa,
con el corazón repleto de felicidad.
Había encontrado el tesoro.
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