Page 105 - El alquimista
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proverbio que dice: «Todo lo que sucede una vez puede que no suceda
                                       nunca más. Pero todo lo que sucede dos veces, sucederá, ciertamente,
                                       una tercera.»
                                          Montaron en sus caballos.
                                          -Quiero contarte una historia sobre sueños -dijo el Alquimista.
                                          El muchacho aproximó su caballo.
                                          -En la antigua Roma, en la época del emperador Tiberio, vivía un
                                       hombre muy bondadoso que tenía dos hijos: uno era militar, y cuando
                                       entró en el ejército fue enviado a las más lejanas regiones del Imperio.
                                       El otro hijo era poeta, y encantaba a toda Roma con sus hermosos
                                       versos.
                                          »Una noche, el viejo tuvo un sueño. Se le aparecía un ángel para
                                       decirle que las palabras de uno de sus hijos serían conocidas y
                                       repetidas en el mundo entero por todas las generaciones futuras.
                                       Aquella noche el anciano se despertó agradecido y llorando, porque
                                       la vida era generosa y le había revelado una cosa que cualquier padre
                                       estaría orgulloso de saber.
                                          »Poco tiempo después el viejo murió al intentar salvar a un niño
                                       que iba a ser aplastado por las ruedas de un carruaje. Como se había
                                       portado de manera correcta y justa durante toda su vida, fue directo
                                       al cielo y se encontró con el ángel que se le había aparecido en su
                                       sueño.
                                          »Fuiste un hombre bueno -le dijo el ángel-. Viviste tu existencia
                                       con amor, y moriste con dignidad. Ahora puedo concederte cualquier
                                       deseo que tengas.
                                          »La vida también fue buena conmigo -respondió el viejo-. Cuando
                                       apareciste en mi sueño sentí que todos mis esfuerzos estaban justifica-
                                       dos. Porque los versos de mi hijo quedarán entre los hombres de los
                                       siglos venideros. Nada tengo que pedir para mí; no obstante, todo
                                       padre estaría orgulloso de ver la fama de alguien a quien cuidó cuando
                                       niño y educó cuando joven. Me gustaría oír, en el futuro lejano, las
                                       palabras de mi hijo.
                                          »El ángel tocó al viejo en el hombro y ambos fueron proyectados
                                       hasta un futuro lejano. Alrededor de ellos apareció un lugar inmenso,
                                       con millones de personas que hablaban una lengua extraña.
                                          »El viejo lloró de alegría.
                                          »Yo sabía que los versos de mi hijo poeta eran buenos e inmortales
                                       -le dijo al ángel entre lágrimas-. Me gustaría que me dijeras cuál de sus
                                       poesías es la que estas personas están repitiendo.


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