Page 59 - El alquimista
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Los viajeros se vieron obligados a formar un gran círculo con los
animales y a colocarse todos en el centro, intentando protegerse del
frío nocturno. El Jefe instaló centinelas armados alrededor del grupo.
Una de aquellas noches, el Inglés no podía dormir. Llamó al
mu chacho y comenzaron a pasear por las dunas que rodeaban el
campamento. Era una noche de luna llena, y el muchacho contó al
Inglés toda su historia.
El Inglés se quedó fascinado con el relato de la tienda que había
prosperado después de que el chico empezó a trabajar allí.
-Éste es el principio que mueve todas las cosas -dijo-. En Alquimia
se le denomina el Alma del Mundo. Cuando deseas algo con todo tu
corazón, estás más próximo al Alma del Mundo. Es una fuerza siempre
positiva.
Le explicó también que esto no era un don exclusivo de los
hombres; todas las cosas sobre la faz de la Tierra tenían también una
alma, independientemente de si era mineral, vegetal, animal o apenas
un simple pensamiento.
-Todo lo que está sobre la faz de la Tierra se transforma siempre,
porque la Tierra está viva, y tiene una alma. Somos parte de esta Alma
y raramente sabemos que ella siempre trabaja en nuestro favor. Pero tú
debes entender que en la tienda de los cristales, hasta los jarros estaban
colaborando en tu éxito.
El muchacho se quedó callado unos instantes, mirando la luna y
la arena blanca.
-He visto la caravana caminando a través del desierto -dijo por fin-.
Ella y el desierto hablan la misma lengua y por eso él permite que ella
lo atraviese. Probará cada paso suyo, para ver si está en perfecta
sintonía con él; y si lo está, ella llegará al oasis.
»Si uno de nosotros llegase aquí con mucho valor, pero sin
entender este lenguaje, moriría el primer día.
Continuaron mirando la luna juntos.
-Ésta es la magia de las señales -continuó el muchacho-. He visto
cómo los guías leen las señales del desierto y cómo el alma de la
caravana conversa con el alma del desierto.
Permanecieron varios minutos en silencio.
-Tengo que prestar más atención a la caravana -dijo por fin el
Inglés.
-Y yo tengo que leer sus libros -dijo el muchacho.
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