Page 62 - El alquimista
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-He aprendido que el mundo tiene una Alma y que quien entienda
                                 esa Alma entenderá el lenguaje de las cosas. Aprendí que muchos
                                 alquimistas vivieron su Leyenda Personal y terminaron descubriendo
                                 el Alma del Mundo, la Piedra Filosofal y el Elixir.
                                    »Pero, sobre todo, he aprendido que estas cosas son tan simples que
                                 pueden escribirse sobre una esmeralda.
                                    El Inglés se quedó decepcionado. Los años de estudio, los símbolos
                                 mágicos, las palabras difíciles, los aparatos de laboratorio, nada de eso
                                 había impresionado al muchacho. «Debe de tener una alma demasiado
                                 primitiva como para comprender esto», se dijo.
                                    Cogió sus libros y los guardó en las alforjas que colgaban del
                                 camello.
                                    -Vuelve a tu caravana -dijo-. Ella tampoco me ha enseñado gran
                                 cosa.
                                    El muchacho volvió a contemplar el silencio del desierto y la arena
                                 que levantaban los animales. «Cada uno tiene su manera de aprender
                                 -se repetía a sí mismo-. La manera de él no es la mía, y la mía no es la de
                                 él. Pero ambos estamos buscando nuestra Leyenda Personal, y yo lo
                                 respeto por eso.»
                                    La caravana comenzó a viajar día y noche. A cada momento
                                 aparecían los mensajeros encapuchados, y el camellero que se había
                                 hecho amigo del muchacho explicó que la guerra entre los clanes
                                 había comenzado. Tendrían mucha suerte si conseguían llegar al oasis.
                                    Los animales estaban agotados y los hombres cada vez más
                                 silenciosos. El silencio era más terrible por la noche, cuando un
                                 simple relincho de camello -que antes no pasaba de ser un relincho de
                                 camello- ahora asustaba a todo el mundo y podía ser una señal de
                                 invasión.
                                    El camellero, no obstante, no parecía estar muy impresionado con
                                 la amenaza de guerra.
                                    -Estoy vivo -dijo al muchacho mientras comía un plato de dátiles
                                 en    la noche sin hogueras ni luna-. Mientras estoy comiendo, no hago
                                 nada más que comer. Si estuviera caminando, me limitaría a caminar.
                                 Si tengo que luchar, será un día tan bueno para morir como cualquier
                                 otro.
                                    »Porque no vivo ni en mi pasado ni en mi futuro. Tengo sólo el
                                 presente, y eso es lo único que me interesa. Si puedes permanecer
                                 siempre en el presente serás un hombre feliz. Percibirás que en el
                                 desierto existe vida, que el cielo tiene estrellas, y que los guerreros


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