Page 74 - La muerte de Artemio Cruz
P. 74

sacrificios de la chingada, honores de la chingada, esclavitudes de la chingada, templos
                  de la chingada, lenguas de la chingada: ¿a quién chingarás hoy, para existir?, ¿a quién
                  mañana? ¿a quién chingarás: a quién usarás?: los hijos de la chingada son estos objetos,
                  objetos, estos seres que tú convertirás en objetos de tu uso, tu placer, tu dominación, tu
                  desprecio, tu victoria, tu vida: el hijo de la chingada es una cosa que tú usas: peor es
                  nada
                      te fatigas
                      no la vences
                      oyes los murmullos de las otras oraciones que no escuchan tu propia oración: que
                  no sea nuestra respuesta ni nuestra fatalidad: lávate de la chingada:
                      te fatigas
                      no la vences
                      la  has  acarreado  durante  toda  tu  vida:  esa  cosa:  eres  un  hijo  de  la  chingada  del
                  ultraje que lavaste ultrajando a otros hombres del olvido que necesitas para recordar de
                  esa cadena sin fin de nuestra injusticia
                      te fatigas
                      me  fatigas;  me  vences;  me  obligas  a  descender  contigo  a  ese  infierno;  quieres
                  recordar otras cosas, no eso: me obligas a olvidar que las cosas serán, nunca que son,
                  nunca que fueron: me vences con la chingada
                      te fatigas
                      reposa
                      sueña con tu inocencia
                      di  que  intentaste,  que  tratarás:  que  un  día  la  violación  te  pagará  con  la  misma
                  moneda, te devolverá su otra cara: cuando quieras ultrajar como joven lo que debías
                  agradecer como viejo: el día en que te darás cuenta de algo, del fin de algo: un día en
                  que amanecerás —te venzo— y te verás al espejo y verás, al fin, que habrás dejado algo
                  atrás: lo recordarás: el primer día sin juventud, primer día de un nuevo tiempo: fíjalo, lo
                  fijarás, como una estatua, para poder verlo en redondo: apartarás las cortinas para que
                  entre la brisa temprana: ah, cómo te llenará, ah, te hará olvidar ese olor de incienso, ese
                  olor que te persigue, ah, cómo te limpiará: no te permitirá insinuar siquiera la duda: no
                  te conducirá al filo de esa primera duda:





                  (1947 — Septiembre 11)



                      ÉL  apartó  las  cortinas  y  respiró  el  aire  limpio.  Había  entrado  la  brisa  temprana,
                  agitando las cortinas para anunciarse. Miró hacia afuera: estas horas del amanecer eran
                  las mejores, las más despejadas, las de una primavera diaria. No tardaría en sofocarlas el
                  sol palpitante. Pero a las siete de la mañana, la playa frente al balcón se iluminaba con
                  una paz fresca y un contorno silencioso. Las olas apenas murmuraban y las voces de los
                  escasos  bañistas  no  alcanzaban  a  distraer  el  encuentro  solitario  del  sol  naciente,  el
                  océano tranquilo y la arena peinada por la marca. Apartó las cortinas y respiró el aire
                  limpio. Tres chiquillos caminaban por la playa con sus cubetas, recogiendo los tesoros
                  de la noche: estrellas, caracoles, maderos pulidos. Un velero se bamboleaba cerca de la
                  costa; el cielo transparente se proyectaba sobre la tierra a través de un filtro del verde
                  más pálido. Ningún automóvil corría por la avenida que separaba al hotel de la playa.


                 E-book descargado desde  http://mxgo.net  Visitanos y baja miles de e-books Gratis /Página 74
   69   70   71   72   73   74   75   76   77   78   79