Page 30 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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FALSTAFF.- Yo? Perfectamente! Pardiez, seré un juez de primer
orden.
ENRIQUE.- Ves? Ya tienes el juicio falso; quiero decir que te
encargarás de ahorcar a los ladrones, y así, en breve, serás un verdugo
excelente.
FALSTAFF.- Bueno, Hal, bueno; hasta cierto punto, ese oficio me
conviene tanto como el de cortesano, te lo aseguro.
ENRIQUE.- Para obtener favores?
FALSTAFF.- Sí, para obtener... vestidos, porque el verdugo, como
sabes, no tiene desprovisto el guarda-ropa... Ay de mí! Estoy
melancólico como un gato escaldado o un oso con la hociquera.
ENRIQUE.- O como un león decrépito o un laúd de enamorado.
FALSTAFF.- Sí, o como el roncón de una gaita del Lincolnshire.
ENRIQUE.- O si quieres, como una liebre o como el lúgubre charco
de Moorditch.
FALSTAFF.- Siempre me endilgas los símiles más ingratos y eres, a
la verdad, el más comparativo, el más belitre dulce principillo. Pero,
caro Hal, no me fastidies más con esas futilezas. Lo que yo quisiera
sería rogar a Dios me indicara donde se puede cómodamente hacer
provisión de buena fama. Un viejo lord del consejo me ha sermoneado
el otro día en la calle a vuestro respecto, señor mío, pero no le hice
atención; y hablaba muy sensatamente, pero no le escuché. Y hablaba
muy sensatamente, te lo aseguro y en medio de la calle!
ENRIQUE.- Hiciste bien; «porque la sabiduría grita por las calles y
nadie la oye.»
FALSTAFF.- Mal haya tu cita condenada! Eres capaz de hacer pecar
un Santo! Me has corrompido mucho, Enriquillo: Dios te lo perdone!
Antes de conocerte, todo lo ignoraba y ahora valgo, si el hombre debe
decir verdad, poco más que cualquier pecador. Necesito cambiar de
vida y cambiaré; por el Señor, si no lo hago, soy un bellaco. No quiero
condenarme por todos los hijos de rey de la cristiandad.
ENRIQUE.- Dónde robaremos una bolsa mañana, Jack?
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