Page 35 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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               Enrique IV                             donde los libros son gratis

               desfalleciente, apoyado sobre mi espada, llegó allí cierto lord, muy
               limpio, muy primorosamente vestido, fresco como un novio, la barba
               muy afeitada y rasa como un campo después de la siega. Estaba
               perfumado como un mercader de modas y entre el índice y el pulgar
               tenía un bote de perfumes que ora aproximaba, ora alejaba de su nariz
               que al fin, irritada, rompió a estornudar. Y sonreía siempre y
               charlaba; como los soldados pasaban trayendo los muertos, les llamó
               groseros, mal educados, cochinos, por atreverse a llevar un sucio y feo
               cadáver entre el viento y su Señoría. En términos galantes y
               afeminados me interrogó, pidiéndome entre otras cosas, los
               prisioneros en nombre de Vuestra Majestad. Fue entonces que yo,
               sufriendo de mis heridas que se habían enfriado y ya harto del
               petimetre, fuera de mí de impaciencia, no sé que le contesté, que se los
               daría o no... Porque me traía loco verle, tan peripuesto y tan
               perfumado, hablando como una dama de guardia (Dios le perdone!) de
               cañones, de tambores y de heridas y diciéndome que no había nada en
               el mundo como el espermaceti para las lesiones internas y que era una
               gran lástima que ese pícaro de salitre hubiera sido arrancado de las
               entrañas de la tierra, para destruir tan cobardemente tantos hombres
               bellos y animosos; que, a no haber existido esos viles cañones, él
               mismo habría sido soldado. A esa charla insulsa y descosida contestó
               vagamente, como os he dicho, Señor: os ruego que no permitáis que el
               relato de ese hombre, llegue hasta una acusación, entre mi afecto y
               Vuestra Majestad.
               BLUNT.- Si se consideran las circunstancias, mi buen Señor, lo que
               haya dicho Harry Percy a semejante persona, en semejante sitio y en
               tal ocasión, puede, junto con la relación que de ello se ha hecho, ser
               relegado a un justo olvido, del que no debe salir jamás, porque lo que
               entonces dijo, lo desdice ahora.
               EL REY.- El hecho es que nos rehusa los prisioneros sin la condición
               expresa de que rescatemos por nuestra cuenta a su cuñado, el imbécil
               Mortimer, quien, por mi alma, ha sacrificado voluntariamente las

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