Page 78 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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ESCENA II
LONDRES- Una sala en el Palacio Real.
(Entran el Rey Enrique, el Príncipe de Gales y Señores)
REY ENRIQUE.- Dejadnos, señores; el príncipe de Gales y yo
tenemos que hablar en particular; pero no os alejáis, porque pronto
tendremos necesidad de vosotros. (Salen los señores)
No sé si es por alguna falta cometida por mí, que Dios ha
querido, en sus secretos designios, hacer nacer de mi sangre, el azote
que debe castigarme; pero tú me haces creer, por las circunstancias de
tu vida, que has sido designado para ser el instrumento de la ardiente
venganza, el látigo celeste que debe caer sobre mis faltas. Dime sino
cómo tan desordenados y bajos deseos, tan pobres, tan miserables, tan
ínfimas, tan impuras ocupaciones, tan estériles placeres, tan soez
sociedad, como aquella a que te unes y asocias, cómo pueden
acompañar la grandeza de tu raza y llegar al nivel de tu corazón de
príncipe?
PRÍNCIPE ENRIQUE.- Si es del agrado de Vuestra Majestad, querría
y podría justificarme de todas mis faltas, como estoy seguro de poder
lavarme de todas las acusaciones que se lanzan contra mí. Pero
permitidme que implore vuestro ánimo indulgente y cuando haya
desvanecido todas las fábulas que al oído del poder necesariamente
llegan, de risueños entremetidos y de viles calumniadores, pueda, por
algunas faltas reales, en las que se ha extraviado mi juventud
irregular, encontrar perdón en mi sumisión verdadera.
REY ENRIQUE.- Dios te perdone! Pero déjame asombrarme, Harry,
de tus afecciones, que toman una dirección contraria al vuelo de las de
tus antepasados. Has perdido violentamente tu sitio en el Consejo,
ocupado hoy por tu hermano menor y te has enajenado todos los
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