Page 86 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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               William Shakespeare                    donde los libros son gratis

               FALSTAFF.- Puesta a parte tu calidad de mujer, eres una bestia en
               sostener lo contrario.
               POSADERA.- Dime, qué bestia, grandísimo bribón?
               FALSTAFF.- Qué bestia? Pues una nutria.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Una nutria, Sir John? Y por qué una nutria?
               FALSTAFF.- Porqué? Porque no es ni carne ni pescado; un hombre
               no sabe por donde tomarla.
               POSADERA.- Eres un hombre sin conciencia al decir eso; sabes,
               como todo hombre sabe, por donde tomarme, canalla.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Dices la verdad, posadera; te difama muy
               groseramente.
               POSADERA.- Lo mismo hace con vos, milord; el otro día decía que le
               debíais mil libras.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Pillo, te debo yo mil libras?
               FALSTAFF.- Mil libras, Hal? Un millón! Tu amor vale más de un
               millón y tu me debes tu amor.
               POSADERA.- Además, milord, os ha llamado imbécil y ha dicho que
               os iba a dar de palos.
               FALSTAFF.- He dicho eso, Bardolfo?
               BARDOLFO.- Cierto, Sir John, que lo habéis dicho.
               FALSTAFF.- Sí, pero, si él decía que mi anillo era de cobre.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Y lo digo, es de cobre. Te atreves ahora a
               mantener tu palabra?
               FALSTAFF.- Bien sabes, Hal, que como hombre, te me atrevo; pero,
               como príncipe, te temo, como al rugido del leoncillo.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Y porqué no como al del león?
               FALSTAFF.- Es el rey mismo quien debe ser temido como el león.
               Piensas acaso que voy a temerte como temo a tu padre? No, y si lo
               hago, pido a Dios que se me reviente el cinturón.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Oh, si eso sucediera, como se te caerían las
               tripas sobre las rodillas! Pero, bribón, no hay sitio en tu panza para la
               fe, la verdad y la honestidad; está repleta con las tripas y el diafragma.

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