Page 95 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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               Enrique IV                             donde los libros son gratis

               sino criados, pillos despedidos, hijos segundos de segundos hijos,
               mozos de taberna escapados, posaderos fallidos; los chancros de una
               sociedad tranquila y una paz prolongada, diez veces más andrajosos
               que una vieja insignia remendada. Tal es la gente que tengo para
               reemplazar a los que se rescataron del servicio; al verlos, pensaréis
               que son ciento cincuenta hijos pródigos en harapos, que acaban de
               llegar de cuidar cerdos y de compartir con éstos las bellotas y las
               escorias. Un sarcástico que me encontró en el camino, me dijo que
               había descargado todas las horcas y reclutado cadáveres. Jamás se
               vieron tales espantajos. Claro está que yo no atravieso Coventry con
               ellos. Luego, todos estos malandrines caminan con las piernas
               apartadas, como si aun tuvieran los grillos en los pies; porque la
               verdad es que, a la mayor parte de ellos, les he sacado de la cárcel. No
               hay más que una camisa y media en toda mi compañía; la media
               camisa está hecha de dos servilletas, cosidas juntas y echadas sobre los
               hombros como la túnica sin mangas de un heraldo. La camisa, para
               ser verídico, fue robada al hostelero de Saint-Alban o al hombre de
               roja nariz que dirige la posada de Daintry, pero eso no importa;
               encontrarán ropa blanca de sobra sobre los cercos.
                   (Entran el príncipe Enrique y Westmoreland)
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Qué tal, hinchado Jack? Qué tal, colchón?
               FALSTAFF.- Hola, Hal! Qué tal, loquillo? Qué diablos haces en el
               condado de Warwick? Mi buen lord Westmoreland, imploro vuestra
               gracia; creía que Vuestro Honor se encontrara ya en Shrewsbury.
               WESTMORELAND.- A fe mía, Sir John, ya es más que tiempo de
               encontrarme allí y vos también; pero ya están allí mis tropas. El rey,
               puedo asegurarlo, cuenta con todos nosotros; debemos marchar toda la
               noche.
               FALSTAFF.- No os inquietéis por mí; soy vigilante como el gato que
               acecha la crema.





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