Page 27 - A orillas del río Piedra me senté y lloré
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Llueve en Bilbao, y llueve en el mundo. Quien ama necesita saber per-
derse y encontrarse. Él logra equilibrar bien las dos partes. Está alegre, y canta
mientras volvemos hacia el hotel.
Son los locos que inventaron el amor
Todavía con la sensación del vino, y de los colores intensos, me voy
equilibrando poco a poco. Necesito mantener el control de la situación, porque
quiero viajar estos días.
Será fácil mantener ese control, ya que no estoy enamorada. Quien
puede dominar su corazón, puede conquistar el mundo.
Con un poema y un trombón
a develarte el corazón, dice la letra.
«Me gustaría no controlar mi corazón>, pienso. Si lograra entregarlo,
aunque sólo fuera por un fin de semana, esta lluvia que me cae en el rostro
tendría otro sabor. Si amar fuese fácil, yo estaría abrazada a él y la letra de la
canción contaría una historia que es nuestra historia. Si no existiera Zaragoza
después de los días de fiesta, yo desearía que el efecto de la bebida no pasase
nunca, y sería libre para besarlo, acariciarlo, decir y escuchar las cosas que se
dicen los enamorados.
Pero no. No puedo.
No quiero.
Salgamos a volar, querida mía, dice la letra. Sí, salgamos a volar. Dentro
de mis condiciones.
Él todavía no sabe que mi respuesta a su invitación es «sí». ¿Por qué
quiero correr este riesgo? Porque en este momento estoy borracha, y cansada
de mis días iguales.
Pero este cansancio pasará. Después tendré deseos de volver a Zara-
goza, la ciudad que escogí para vivir. Me esperan los estudios, me espera un
concurso público. Me espera un marido que necesito encontrar, y que no será
difícil.
Me espera una vida sosegada, con hijos y nietos, con un presupuesto
equilibrado y vacaciones anuales. No conozco los terrores de él, pero conozco
los míos. No necesito miedos nuevos, basta con los que ya tengo.
No podría, nunca, enamorarme de alguien como él. Lo conozco dema-
siado bien, vivimos juntos mucho tiempo, sé de sus flaquezas y de sus temo-
res. No logro admirarlo como las demás personas.
Sé que el amor es como las presas: si se deja una brecha por donde
pueda meterse un hilo de agua, en seguida empieza a destruir las paredes.
Llega un momento en que ya nadie puede controlar la fuerza de la corriente.

