Page 49 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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empleáis, como vuestros asnos, vuestros perros y vuestros mulos, en
tareas abyectas y serviles, porque los habéis comprado. ¿Iré a
deciros: ponedlos en libertad, casadlos con vuestras herederas? ¿Por
qué los abrumáis bajo sus fardos, por qué sus lechos no son tan
blandos como los vuestros, sus paladares regalados con los mismos
manjares? Me responderéis: «Los esclavos son nuestros». Yo os
respondo a mi vez: «Esta libra de carne que le reclamo la he
comprado cara, es mía, y la tendré. Si me la negáis, anatema contra
vuestra ley. Los decretos de Venecia, desde ahora, no tienen fuerza.
Espero de vos justicia. ¿Me la haréis? Responded».
DUX.- En virtud de mi poder, me hallo autorizado para disolver el
tribunal, a no ser que Belario, mi sabio doctor, que he mandado a
buscar para decidir esta causa, no llegue hoy.
SALANIO.- Señor, un mensajero recientemente llegado de Padua con
cartas del doctor espera a la puerta.
DUX.- Traednos las cartas. Haced entrar al mensajero.
BASSANIO.- ¡Buena esperanza, Antonio! Vamos, amigo, valor aún. El
judío tendrá mi carne, mi sangre, mis huesos y toda mi persona,
antes que pierdas por mí una gota de sangre.
ANTONIO.- Soy la oveja enferma del rebaño, la más adecuada, por
consiguiente, para la muerte; la fruta más débil es la que cae
primero al suelo. Que sea así conmigo. No podéis dedicaros a nada
mejor, Bassanio, que a seguir viviendo y a escribir mi epitafio.
(Entra NERISSA, en traje de amanuense de abogado.)
DUX.- ¿Venís de Padua, de parte de Belario?
NERISSA.- Sí, señor; exactamente. Belario saluda a vuestra gracia.
(NERISSA le presenta una carta.)
BASSANIO.- (A SHYLOCK.) ¿Por qué afilas tu cuchillo con tanto
brío?
SHYLOCK.- Para cortar a ese arruinado lo que por estipulación me
adeuda.
GRACIANO.- No es en tu suela, sino en tu alma, áspero judío, donde
sacas filo a tu cuchillo. Ningún metal, ni aun el hacha de verdugo,
corta la mitad que tu malicia aguzada. ¿Ninguna súplica puede, por
tanto, ablandarte?
SHYLOCK.- No, ninguna que tu inteligencia pueda imaginar.
GRACIANO.- ¡Oh, condenado seas, perro inexorable, y que tu vida
acuse a la justicia! Casi me has hecho vacilar en mi fe, para
compartir esta opinión de Pitágoras: que las almas de los animales
encarnan en los cuerpos de los hombres. Tu espíritu perruno animaba
en otro tiempo a un lobo que fue ahorcado por el asesinato de un
hombre. Su alma feroz se escapó de la horca y se insinuó en ti en el
vientre mismo de tu pagana madre, pues tus deseos son los de un
lobo, sanguinarios, hambrientos y rapaces.
SHYLOCK.- En tanto que tus invectivas no borren la firma de mi
pagaré, no harás, hablando tan alto, otra cosa que lesionar tus
pulmones. Restaura tu entendimiento, buen joven, o va a caer en una

