Page 234 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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Los saludé y empecé a andar, y todos ellos,


              madres  padres  niños,  se  me  acercaron  en  un


              grupo  zarrapastroso  y  se  pararon  y  nos


              quedamos  mirándonos  desde  los  dos  extremos


              del  solar  embarrado.  Cinco  metros.  La  tácita


              distancia irrevocable, como en una vieja película


              del  Oeste  en  la  que  el  explorador  se  encuentra


              con  los  indios  en  una  pradera.  O  el  granjero  se



              enfrenta  al  ranchero  ávido  de  tierras  y  a  sus


              pistoleros.  Los  caballos  se  detenían  siempre  en


              una  línea  compacta,  como  en  el  borde  de  un


              precipicio. Todos respetaban ese pedazo de zona


              desmilitarizada  por  la  que  podían  circular  las


              palabras,  seguidas  quizá  por  las  balas  y  las


              flechas y la muerte. Así la llamábamos, la ZDM.



              Ya  no  resultaba  violento  como  al  principio.


              Habíamos  decidido,  sin  discusión  y  sin  pruebas


              médicas  que  lo  confirmaran,  que  la  enfermedad


              no  podía  contagiarse  desde  esa  distancia.


              Seguramente ni desde metro y medio, ni siquiera


              por  un  pequeño  contacto  fortuito,  pero  todo  el


              mundo  se  sentía  más  seguro  con  esa  distancia


              de  por  medio,  sobre  todo  yo.  Si  teníamos  que


              pasarnos algo lo dejábamos en el medio y el otro



              lo recogía, y eso también estaba bien.









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