Page 506 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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cascada y que me hiciese señas para que fuera
con ella. Era sencillamente el ser más hermoso
que Big Hig había visto nunca.
Dormíamos al raso, donde yo había dormido
siempre. Con Jasper. Pero hicimos un biombo
con ramas y abrimos dos sacos de franela y los
extendimos sobre un colchón doble que sacamos
de mi casa, la del porche, y dormí como no había
dormido nunca, desde entonces. Dormíamos
abrazados en una maraña de brazos y piernas,
como no había sido capaz de hacer con nadie
más. Me despertaba en mitad de la noche, como
tenía por costumbre, y apoyaba la cabeza en los
brazos y miraba las estrellas y contaba las
constelaciones y me inventaba otras, pero ahora
lo hacía con la presión de su codo en mi mejilla
—lo apartaba con suavidad—, su cabello en mi
boca, su muslo sobre el mío, con la sensación de
haber sido salvado y bendecido.
Aun así algunas noches me entristecía. La
fragilidad de aquella felicidad presente me
entristecía tanto como cualquier pérdida del
pasado. Vivíamos al borde de un precipicio tanto
como en medio de la vasta llanura. Quién sabe
qué atacantes, qué enfermedades nos
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