Page 206 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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Sólo una vez se encontró con una seria dificultad. Y fue
cuando comprendió que necesitaba una membrana vibrátil
de unos veinte centímetros de diámetro. No tenía nada en
su taller que pudiera servirle para aquel fin, y como ya eran
las ocho de la noche y todas las tiendas estaban cerradas,
estuvo a punto de dejarlo para el día siguiente.
Sin embargo, el Ejército de Salvación le salvó, cuando
pensó en su existencia. Salió fuera y caminó arriba y debajo
de la calle Clar, hasta que una muchacha del Ejército de
Salvación se acercó para hacer su acostumbrado recorrido
por las tabernas. Tuvo que ofrecer hasta treinta dólares a la
causa antes de que ella aceptara separarse de su tambor; y
fue una suerte que ella sucumbiera ante aquella cidra por‐
que era todo el dinero que tenía. Además, si la muchacha
no hubiera aceptado el trato, Oberdorffer se habría sentido
tentado de coger el tambor y echar a correr, y aquello pro‐
bablemente le habría llevado a una celda contigua a la de
Pete. Era un hombre grueso, mal corredor y que se que‐
daba pronto sin aliento.
Pero el tambor resultó ser exactamente lo que necesitaba.
Una vez que cubriera el parche con una ligera capa de li‐
maduras de hierro magnetizado y lo colocara entre el tubo
catódico y la sartén de aluminio que servía de rejilla, no
sólo filtraría todos los rayos delta que no eran necesarios
sino que la vibración de las limaduras (cuando el motor
fuera borda estuviera en marcha) proporcionaría la pre‐
vista fluctuación en la inductancia.
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