Page 202 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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Sin embargo, la suya era una conversación muy particu‐


          lar,  porque  Pete  era  mudo.  Pero  le  gustaba  escuchar  a


          Oberdorffer, creyendo que era un gran pensador y un gran


          científico, opinión que Oberdorffer compartía por entero.



          Unas cuantas inclinaciones de cabeza y unos gestos eran


          suficientes para que Pete mantuviera viva la conversación;


          un gesto de la cabeza para indicar asentimiento, levantar


          las cejas para pedir mayores explicaciones. No obstante, ni


          siquiera esos gestos eran muy necesarios; una expresión de


          admiración y una completa atención a las palabras del otro


          eran generalmente suficientes. Aún era más raro que nece‐


          sitasen acudir al lápiz y el papel que Oberdorffer siempre


          llevaba encima.



            Pero aquel verano Pete usaba con frecuencia una nueva


          señal: llevarse la mano a la oreja para oír mejor. Aquello


          había sorprendido a Oberdorffer la primera vez, porque sa‐


          bía que hablaba con la misma voz de siempre, de manera


          que pasó el cuadernito y el lápiz a Pete pidiendo que se


          explicase, y Pete había escrito:


            –No puedo oyr. Marzianos meten mucho roydo.



            De manera que Oberdorffer se vio obligado a hablar a gri‐


          tos, lo cual le molestaba. (Aunque no tanto como a los ocu‐


          pantes de los bancos vecinos, incluso después de que ce‐


          sara  la  interferencia,  ya  que  él  no  tenía  medio  de  saber


          cuándo dejaban de armar escándalo los marcianos.)


            Y aun cuando Pete no hiciera la señal para que aumentara


          el volumen, las conversaciones ya no eran tan satisfactorias


          como antes. Con mucha frecuencia la expresión en el rostro




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