Page 201 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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maniático, podía probar que estaba cuerdo. Tenía papeles
que lo demostraban, y que le habían dado al dejarle mar‐
char de una institución mental donde estuvo encerrado por
corto tiempo años atrás.
Los marcianos molestaban a Oberdorffer mucho menos
que a la mayoría; tenía la extraordinaria suerte de estar
completamente sordo.
Bueno, algo sí le molestaban. Aunque no podía oír, le
gustaba mucho hablar. Hasta podría decirse que pensaba
en voz alta, ya que generalmente hablaba consigo mismo
mientras estaba inventado algo. En cuyo caso, desde luego,
la interferencia de los marcianos no le causaba ninguna
molestia; aunque no podía oír su propia voz, sabía perfec‐
tamente lo que decía tanto si su voz quedaba sofocada por
el estruendo como si no. Pero tenía un amigo con el que le
gustaba mantener largas conversaciones, un hombre lla‐
mado Pete, y en ocasiones los marcianos estropeaban aquel
inocente recreo.
Todos los veranos Pete vivía en la Bughouse Square, y
siempre que era posible, en el cuarto banco de la izquierda
en el caminito que salía en diagonal de la plazoleta interior
hacia la esquina del sur. En el otoño Pete siempre desapa‐
recía; Oberdorffer creía, y posiblemente tenía razón, que
volaba hacia el sur con los pájaros migratorios. Pero a la
primavera siguiente Pete volvía a estar allí, y Oberdorffer
reemprendía la conversación en el punto en que la habían
dejado.
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