Page 207 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
P. 207
Por fin, una hora más tarde de la hora en que solía acos‐
tarse, Oberdorffer soldó la última conexión y dio un paso
atrás para contemplar su obra maestra. Suspiró con satis‐
facción. Estaba bien. Tenía que funcionar.
Se aseguró de que la ventanilla situada encima de la
puerta estuviera abierta por completo. Las vibraciones
subatómicas debían salir al exterior, o sólo tendrían efecto
dentro de la habitación. Pero una vez libres rebotarían en
la ionosfera y, al igual que las ondas de radio, darían la
vuelta al mundo en cuestión de segundos.
Comprobó que había gasolina en el tanque del motor
fuera borda, enrolló la cuerda en el volante, se preparó para
tirar del cordón... y entonces vaciló. Durante toda la noche
había tenido la visita ocasional de los marcianos, pero
ahora no había ninguno presente. Prefería esperar hasta
que hubiera uno por allí antes de poner en marcha la má‐
quina, a fin de poder comprobar en el acto si había tenido
éxito.
Pasó a la otra habitación y sacó una botella de cerveza de
la nevera. La llevó al taller, se sirvió un vaso y esperó. En
alguna parte un reloj dio la hora, pero Oberdorffer, que era
sordo, no lo oyó.
Un marciano se hallaba ahora sentado encima del super‐
vibrador subatómico antiextraterrestre. Oberdorffer dejó el
vaso, extendió la mano y tiró de la cuerda. El motor giró y
se puso en marcha; la máquina empezó a funcionar.
Al marciano no pareció ocurrirle nada.
207

