Page 250 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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suculentas  y  resistentes  sobresalían  entre  la  maleza.

            Los garuda trazaban círculos bajo la capota de nubes.

                —  ¡Ahí  están,  señor!  —dijo  el  hombre  orgulloso.


            Isaac titubeó.

                — ¿Cómo...? No quiero aparecer sin anunciarme... —

            dijo  vacilando—.  ¿Cómo...  cómo  puedo  atraer  su


            atención?

                El guía levanto la mano e Isaac lo miró un instante,


            antes de buscar un shekel en el bolsillo. El hombre lo

            miró y se lo guardó en el bolsillo. Después se giró y se

            retiró un poco de las paredes del edificio. Se llevó los


            dedos a la boca y silbó.

                — ¡Ey! —gritó—. ¡Pajarracos! ¡Un tipo que hablar!


                La multitud que aún rodeaba a Isaac y a Lin se unió

            entusiasmada  al  grito.  El  estridente  vozarrón

            anunciaba  a  los  garuda  que  tenían  visita.  Un


            contingente de formas voladoras se congregó sobre los

            habitantes de Salpicaduras. Entonces, con un invisible

            ajuste de las alas, tres de ellos se precipitaron de forma


            espectacular hacia el suelo.

                Se  produjo  un  grito  sofocado  y  un  silbido

            apreciativo.


                Los tres garuda caían como pesos muertos hacia la

            congregación, pero a seis metros del suelo giraron las


            alas extendidas y cortaron la caída. Batieron el aire con

            fuerza levantando grandes ráfagas de viento y polvo




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