Page 336 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Los ladrillos de la nave habían sido en su día rojos,

            pero  ahora  aparecían  negros  por  la  mugre  suave  y

            meticulosa,  como  si  la  hubieran  untado  a  mano.  El


            cartel  original  aún  ocupaba  toda  la  longitud  del

            edificio:  «Jabones  Cadnebar  y  Tallow».  Cadnebar  se

            había ido a pique en la depresión del 57. La enorme


            maquinaria  para  fundir  y  refinar  grasa  había  sido

            arrancada y vendida como chatarra. Después de dos o


            tres  años  de  silenciosas  reformas,  el  lugar  había

            reabierto como el circo de gladiadores.

                Como  otros  alcaldes  antes  que  él,  a  Rudgutter  le


            gustaba comparar la civilización y el esplendor de la

            Ciudad‐Estado República de Nueva Crobuzon con la


            barbarie en la que degeneraban los habitantes de otras

            tierras. «Pensad en los demás países de Rohagi», exigía

            Rudgutter en sus discursos y editoriales. Aquello no


            era  Tesh,  ni  Troglodópolis,  Vadaunk  o  el  Alto

            Cromlech.  Aquella  no  era  una  ciudad  regida  por

            brujos; aquello no era una madriguera chthónica; los


            cambios  de  estación  no  provocaban  una  oleada  de

            represión             supersticiosa;                Nueva            Crobuzon               no

            procesaba  a  sus  ciudadanos  mediante  fábricas  de


            zombis; su parlamento no era como el de Maruʹahm,

            un casino donde las leyes eran apuestas en la mesa de


            la ruleta.

                Y  aquello  no  era,  enfatizaba  Rudgutter,  Shankell,




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