Page 335 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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seductora invasión de diversos almizcles en las jaulas

            había  provocado  comportamientos  agresivos  e

            imprevisibles.


                Ahora, a medida que las horas de luz duraban cada

            vez más, los osos, las hienas, los fuertes hipopótamos,

            los solitarios alopes y los simios aguardaban quietos,


            en aparente tensión, durante horas, contemplando a los

            visitantes desde sus celdas de ladrillo y sus trincheras


            enlodadas.  Estaban  esperando  quizá  las  lluvias

            meridionales que nunca alcanzaban Nueva Crobuzon,

            pero que seguían grabadas en sus huesos. Y cuando las


            lluvias no llegaban, se sentaban a esperar la estación

            seca que, del mismo modo, no afligía a su nuevo hogar.


            Debía de tratarse de una existencia extraña y ansiosa,

            pensaban  los  cuidadores  con  el  fondo  del  rugido  de

            bestias cansadas, desorientadas.


                Las noches habían perdido casi dos horas desde el

            invierno, pero parecían concentrar aún más esencia en

            ese tiempo limitado. Eran especialmente intensas, ya


            que había más actividades ilícitas tratando de encajar

            en las horas entre el ocaso y el alba. Cada noche, el viejo

            y enorme almacén a un kilómetro al sur del zoo atraía


            riadas  de  hombres  y  mujeres.  El  ocasional  rugido

            leonino  podía  romper  el  golpeteo  y  el  constante


            retumbar de los ariscos visitantes que entraban en el

            edificio. Todos lo ignoraban.




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