Page 566 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Los ojos de David se clavaron en los de ella con un

            horror  hipnótico,  lascivo,  al  pasar  de  largo;  la  chica

            saltó  al  suelo  con  un  torpe  movimiento  canino,


            girándose  chambona  como  una  cuadrúpeda  sin

            práctica. Lo miró esperanzada por encima del hombro,

            mostrándole el ano y la vagina.


                David quedó boquiabierto y sus ojos se vidriaron.

                Allí era donde se avergonzaba de sí mismo, en aquel


            serrallo de putas rehechas.

                La ciudad estaba llena de prostitutas rehechas, por

            supuesto. A menudo era la única estrategia viable para


            que  aquellos  hombres  y  mujeres  se  salvaran  de  la

            inanición. Pero allí, en los barrios bajos, los pecados se


            satisfacían de la forma más sofisticada.

                Casi  todas  las  fulanas  rehechas  habían  sido

            castigadas por crímenes variados: su reconstrucción no


            solía ser más que un extraño obstáculo para su trabajo

            sexual, lo que disminuía su precio. Aquel distrito, sin

            embargo, era para los especialistas, para el consumidor


            entendido. Allí las putas eran rehechas especialmente

            para la profesión. Había cuerpos caros reconstruidos

            en formas adecuadas para los delicados gourmets de la


            carne pervertida. Había niños vendidos por sus padres,

            mujeres y hombres forzados por las deudas a venderse


            a los escultores de carne, a los reconstructores ilegales.

            Corrían  rumores  de  que  muchos  habían  sido




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