Page 563 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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más profundo que la ansiedad habitual.

                En  algunas  de  las  casas,  las  grandes  ventanas

            quedaban  iluminadas  mediante  suaves  muselinas


            difusoras. Mujeres vestidas con camisa y ceñido traje

            de  noche  se  frotaban  lascivas,  o  miraban  a  los

            viandantes  a  través  de  tímidas  caídas  de  ojos.  Allí


            también había lupanares xenianos, donde los jóvenes

            borrachos  se  animaban  en  ritos  de  iniciación,


            follándose a khepris, a vodyanoi o a otras especies más

            exóticas.  Viendo  aquellos  establecimientos,  David

            pensó en Isaac. Trató de alejar de sí la imagen.


                No se detuvo. No tomó a ninguna de las mujeres que

            lo rodeaban. Siguió más adentro.


                Dobló una esquina y entró en una hilera de casas más

            bajas y desagradables. En las ventanas se veían sutiles

            pistas  sobre  la  naturaleza  de  la  mercancía.  Látigos.


            Esposas. Una niña de siete u ocho años en una cuna,

            lloriqueando y moqueando.

                David  siguió  todavía  más  hacia  dentro.  Las


            multitudes se fueron diluyendo, aunque nunca estuvo

            solo.  El  aire  nocturno  rebosaba  de  leves  ruidos.

            Habitaciones  llenas  de  conversaciones.  Música  bien


            interpretada.  Risas.  Gritos  de  dolor  y  el  ladrido  o  el

            aullido de animales.


                Había  un  ruinoso  callejón  sin  salida  cerca  del

            corazón  del  sector,  un  pequeño  remanso  de




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