Page 580 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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agitaban al surcar la febril excitación.

                Abrían sus perturbadoras fauces y desenrollaban las

            largas lenguas emplumadas hacia los tejados. El mismo


            aire estaba empapado de sueños, y los seres voladores

            lamían  ansiosos  aquel  jugo  suculento.  Cuando  las

            frondas  que  remataban  sus  lenguas  pesaban  por  el


            néctar invisible, las enrollaban hasta sus bocas con un

            chasquido lujurioso, afilando sus enormes dientes.


                Surcaban los cielos, defecando, exudando los restos

            de  sus  anteriores  comidas.  El  rastro  invisible  se

            extendía  desde  el  aire,  un  efluvio  psíquico  que  se


            deslizaba grumoso, cuajado, entre los intersticios del

            plano  mundano.  Rezumaba  a  través  del  éter  hasta


            cubrir la ciudad, saturaba las mentes de sus habitantes,

            perturbaba su reposo y sacaba a los monstruos a la luz.

            Los  dormidos  y  los  despiertos  sentían  sus  mentes


            retorcerse.

                Los cinco marcharon de caza.




                Entre el vasto y caótico caldo de pesadillas urbanas,

            cada uno de los seres oscuros podía discernir deliciosos

            rastros serpenteantes.


                Normalmente                    eran           cazadores              oportunistas.

            Esperaban hasta que olían algún gran tumulto mental,


            alguna  mente  especialmente  sabrosa  en  sus  propias

            exudaciones.  Entonces,  los  intrincados  voladores




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