Page 67 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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papeles que estaban siendo copiados, algo de por sí
difícil, empeorado por la extraña luz de aquel cuarto de
paredes negras. Todos eran mecanógrafos expertos,
leyendo las notas y transfiriéndolas sin mirar ni el
teclado ni el resultado de su trabajo.
«Respecto a nuestra conversación en el 30 de este
mes, rezaba una nota, le ruego considere su franquicia
bajo nuestra jurisdicción, a falta de arreglar los
términos del acuerdo». Lin prosiguió.
«Mañana vas a morir, cabrona, gusana de mierda.
Vas a envidiar a los rehechos, puta cobarde. Vas a gritar
hasta que te sangre la garganta», se leía en otra.
Oh, pensó Lin. Oh... ¡socorro!
La puerta del despacho se abrió.
— ¡Entre, señorita Lin, entre! —tronaba la voz desde
la trompeta.
Lin no titubeó.
Los armarios y estanterías cubrían la mayor parte de
la pequeña oficina. Había un pequeño y tradicional
cuadro al óleo de la Bahía de Hierro en una pared.
Detrás del voluminoso escritorio de madera se
desplegaba una pantalla ilustrada con siluetas de
peces, una versión en grande de los biombos tras los
que se cambiaban los modelos de los artistas. En el
centro de la pantalla uno de los peces estaba silueteado
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