Page 948 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
P. 948
Se habían arrastrado durante más de una hora a través
de la agitada y cambiante ciudad, a través de las calles
familiares de la Ciénaga Brock y por todo Gidd, sobre
las líneas de tren subterráneas y junto a las torres de la
milicia, hasta llegar por fin a los márgenes exteriores de
Cuña del Cancro. A menos de tres kilómetros del
centro de la ciudad, pero en un mundo diferente. Calles
silenciosas y estrechas y modestos edificios de
viviendas, pequeños parques apologéticos, iglesias y
monumentos que eran verdaderos adefesios, oficinas
con falsas fachadas en una cacofonía de estilos
mutables.
Aquí había avenidas. No se parecían en nada a las
calles flanqueadas por vainillos de Galantina o a la Rué
Conifer del Páramo del Queche, magníficamente
ornamentada por hileras de pinos. Sin embargo, en las
afueras de Cuña del Cancro había robles y otros árboles
oscuros que escondían los defectos de la arquitectura.
Isaac y Yagharek, cuyos pies estaban envueltos de
nuevo en vendajes y cuya cabeza se cubría con una
capa que acababan de robar, le habían dado gracias al
amparo ofrecido por la sombra de las copas de los
árboles mientras se encaminaban hacia el río.
No había grandes aglomeraciones industriales a lo
largo del Cancro. Las fábricas y talleres y almacenes y
puertos se agolpaban a ambos lados del Alquitrán y del
948

