Page 188 - Kraken - China Mieville
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—Desde luego —dijo él—. Pero para eso están


             los teléfonos móviles, ¿no? Es la mejor pista que



             tenemos.



                    Tomaron  una  ruta  en  zigzag  por  Londres,



             Baron  de  paisano,  Collingswood  con  su


             carnavalesco  uniforme,  con  la  esperanza  de


             sorprender a sus informadores en un momento de


             candor solícito. No había muchos nombres en la


             lista; el intraplegado y la pesomancia eran arcanos


             entre lo arcano, áreas frecuentadas únicamente por


             los  más  excéntricos.  Baron  y  Collingswood



             estuvieron  en  oficinas,  centros  de  estudios  para


             adultos,  trastiendas  de  comercios  de  calles


             importantes.




                    «¿Podemos hablar en privado?», decía Baron, o


             Collingswood rompía el hielo con un «¿Qué sabe


             acerca  de  cómo  embutir  cosas  grandes  en  sitios


             pequeños?»




                    Uno  de  los  nombres  de  la  lista  era  de  un


             profesor de ciencias.




                    —Venga, jefe, vamos a darle una alegría a la


             clase, ¿eh? —dijo Collingswood, y avanzó a paso


             decidido entre alumnos que la oteaban escondidos


             tras sus quemadores de laboratorio.







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