Hacia media mañana,
mi piel ha sudado hasta agonizar.
La confusión de mis intestinos
se abotaga contra mi piel.
Estoy demasiado enfermo para luchar; me
descuelgo
en los termales del dolor,
gritando contra el lento, lento, lento
ascenso hacia el descenso.
Y la locura de mi dolor
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