Page 280 - Kraken - China Mieville
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                    No  cabía  placer  alguno,  nada  de  «Ya  lo  dije


             yo»,  entre  los  videntes  de  baja  estofa  que  tanto


             tiempo llevaban vaticinando que el fin del mundo


             estaba  cerca.  Ahora  que  todos  aquellos  que  se



             habían molestado en pensarlo estaban de acuerdo


             con ellos (aunque tal vez abjuraran del punto de


             vista),  los  que  repentina  e  inesperadamente  se


             descubrieron  en  la  vanguardia  de  la  opinión


             mayoritaria  estaban  un  poco  perdidos.  ¿Qué


             sentido tenía dedicar toda tu vida a dar avisos si


             todos los que tenían opciones de haber escuchado



             (porque  la  mayor  parte  seguía  despreocupada  y


             probablemente seguiría estándolo hasta que el sol


             se apagara) simplemente asentían, aceptándolo?




                    Una  plaga  de  tedio  asoló  a  los  profetas


             maníacos de Londres. Se desestimaron las señales


             de  advertencia,  los  panfletos  quedaron  hechos


             trizas,  los  megáfonos  quedaron  relegados  a  los


             armarios. Aquellos que podían advertir presencias


             cuestionables  insistieron  en  que,  desde  la


             desaparición del Architeuthis, algo nuevo andaba



             suelto.  Algo  dirigido  e  intenso,  y  absorto  en  sí


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