Page 657 - Kraken - China Mieville
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                    El mar era neutral. El mar no se involucraba en


             intrigas,  no  tomaba  partido  en  los  asuntos  de


             Londres.  No  le  interesaban.  De  todos  modos,


             ¿quién              demonios                 podía             comprender                    las



             motivaciones  del  mar?  Y  ¿quién  iba  a  ser  tan


             lunático  como  para  desafiarlo?  Nadie  podría


             luchar contra eso. Uno no le declara la guerra a una


             montaña, a un relámpago, al mar. Tiene su propio


             consejo, y los peticionarios algunas veces podían


             visitar su embajada, pero eso lo hacían en beneficio


             propio,  no  en  beneficio  del  mar.  Al  mar  no  le



             concernía: ese era el punto de partida.




                    Lo mismo ocurría en las embajadas del fuego


             (aquella cafetería de Crouch End, chamuscándose


             permanentemente), la embajada de la tierra (una


             cripta obstruida de Greenwich), las embajadas del


             vidrio  y  el  alambre,  y  otros  elementos  más


             rebuscados. La misma reserva y el mismo poder


             benignamente indiferente. Pero esta vez, esta vez,


             el  mar  tenía  una  opinión.  Y  la  Hermandad  del


             Santo Diluvio resultaba útil.







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