Page 228 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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estremecimiento  a  lo  largo  del  cuerpo.  Los  dos


           hombres,  sentados  en  el  piso  de  la  galería  de


           observación, contemplaban las estrellas. Los ojos de

           Clemens  brillaban  intensamente,  pero  los  ojos  de


           Hitchcock,  ausentes  y  apagados,  no  se  fijaban  en


           nada.



           —Me desperté a las 05.00 —dijo Hitchcock— como


           si le hablase a su mano derecha—. Y me oí gritar:

           «¿Dónde estoy? ¿Dónde estoy?» Y la respuesta fue:


           «En ninguna parte.» Y dije entonces: «¿Dónde he


           estado?»  Y  respondí:  «En  la  Tierra.»  «¿Qué  es  la


           Tierra?»  me  pregunté.  «El  lugar  donde  nací»  me

           dije. Pero las palabras no tenían sentido, y peor aún.


           No  creo  en  nada  que  no  pueda  ver  o  tocar.  No


           puedo ver la Tierra, ¿por qué voy a creer que existe?


           Es mejor así, es mejor no creer.



           —Allá  está  la  Tierra  —apuntó  Clemens,

           sonriendo—. Aquel punto luminoso.



           —Eso no es la Tierra. Es nuestro sol. Desde aquí no


           se ve la Tierra.



           —Yo puedo verla. Tengo buena memoria.



           —No seas tonto. No es lo mismo —dijo Hitchcock

           bruscamente, algo enojado—. Quiero decir verla de


           veras.  Siempre  he  sido  igual.  Cuando  estoy  en


           Boston,  no  existe  Nueva  York.  Cuando  estoy  en


           Nueva  York,  no  existe  Boston.  Cuando  no  veo  a

           alguien durante todo un día, ese hombre no existe.


           Cuando lo encuentro en la calle, Dios mío, es como





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