Page 232 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
P. 232
esa nada arriba y esa nada abajo, y esa nada entre
ellas, y yo en medio de la nada.
—Nunca me lo explicaron de ese modo.
—Yo lo explico así.
Hitchcock sacó un cigarrillo, lo encendió, y
comenzó a aspirar y a echar humo, una y otra vez.
—¿Qué clase de infancia tuviste, Hitchcock? —dijo
Clemens.
—Nunca fui joven. Lo que fui o pude ser, está
muerto. Volvemos a tus puercoespines, Clemens.
Gracias, no quiero que me atraviesen de parte a
parte. Siempre pensé que uno muere todos los días,
y que los días son como cajones, ¿comprendes?, con
su marbete y todo. Y no hay que volver atrás, ni
levantar la tapa, pues uno muere un par de miles de
veces, y deja un montón de cadáveres, todos con
una muerte distinta, y con una expresión cada vez
peor. En cada uno de esos días hay un yo diferente,
alguien a quien no conoces, o no comprendes, o no
quieres comprender.
—Te apartas de ti mismo, de ese modo.
—¿Qué tengo que ver con ese Hitchcock más joven?
Era un tonto. Todos se lo llevaban por delante,
abusaban y se aprovechaban de él. Su padre no
servía para nada, y lo mismo su madre. Cuando ella
murió, el joven Hitchcock se sintió contento.
231

