Page 230 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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noches. Sólo espacio y espacio. Y sólo existimos tú


           y yo, y este cohete. Y sólo creo realmente en mí. Eso


           es todo.



           —Voy a poner una moneda en el teléfono, ahora

           mismo —dijo Clemens, sonriendo y moviendo los


           dedos  en  el  aire—.  Hablar‚  con  una  amiga  de


           Evanston. ¡Hola, Bárbara!



           El cohete siguió atravesando el espacio.



           La  campana  del  almuerzo  sonó  a  las  13.05.  Los

           hombres corrieron silenciosamente con sus zapatos


           de goma y se sentaron a la mesa almohadillada.



           Clemens no tenía hambre.



           —¿Has  visto?  ¿No  te  lo  he advertido? —exclamó


           Hitchcock—. Tú y tus condenados puercoespines.

           Déjalos, ya te lo he dicho. Fíjate en mí, cómo devoro


           la  comida.  —  Hitchcock  hablaba  lentamente,  con


           una  voz  mecánica  y  sin  humor—.  Mírame.—Se


           llevó  a  la  boca  el  pastel  que  quedaba  en  el  plato

           como si examinase su estructura. Lo movió con el


           tenedor.  Apretó  entre  los  dedos  el  mango  del


           tenedor.  Aplastó  el  relleno  de  limón  y  observó


           cómo  la  pasta  se  alzaba  entre  los  dientes  del

           cubierto. Luego acarició minuciosamente la botella


           de leche y se sirvió un vaso escuchando el gorgoteo


           del líquido. Miró la leche como si quisiese hacerla


           todavía  más  blanca.  La  bebió,  con  tanta  rapidez,

           que no alcanzó a sentirle el gusto. Se había comido


           todo  el  almuerzo  en  unos  pocos  minutos,





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