Page 273 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
P. 273
sentir, casi, el aire de Nueva York. Pero la mayor
parte de las veces, todo era inútil.
Más tarde, aquella misma mañana, trató de
morirse. Se acostó en la arena y le dijo a su corazón
que dejara de latir. Los latidos continuaron. Se
imaginó a sí mismo saltando desde lo alto de una
roca o abriéndose las venas, pero se rió… le faltaba
coraje.
Quizá si concentro mis pensamientos, pensó Saul,
podría dormirme para siempre. Trató de hacerlo.
Una hora después se despertó con la boca llena de
sangre. Se puso de pie y lanzó un escupitajo,
sintiendo lástima de sí mismo. Esta herrumbre. Te
llena la boca y la nariz; te sale por las orejas y las
uñas. Y tardas un año en morirte. La única cura
posible era embarcarse en un cohete y desterrarse
en Marte. No había cura en la Tierra, y si uno se
quedaba allí, contagiaba y mataba a otros hombres.
Aquí estaba, pues, sangrando continuamente, y
solo.
Los ojos de Saul se achicaron. A lo lejos, junto a las
ruinas de una vieja ciudad, vio a otro hombre
acostado sobre una gruesa manta.
Se acercó, y el hombre se movió débilmente.
—Hola, Saul —dijo.
—Otra mañana —dijo Saul—. Cristo, ¡qué solo me
siento!
272

