Page 275 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
P. 275
y fiel, y cariñosa. Sólo despertarás para pensar en
dormirte otra vez. Un hermoso pensamiento.
La voz del hombre era apenas un suave murmullo.
Calló y comenzó a respirar débilmente.
Saul se alejó.
A lo largo de las costas del mar muerto, como
botellas vacías traídas por alguna ola del pasado,
yacían los cuerpos encogidos de los hombres. Saul
podía verlos a todos, en la curva de la playa. Uno,
dos, tres… todos dormidos, mucho más enfermos
que él, todos con su reserva de víveres, hundidos
en sí mismos, pues la conversación debilitaba, y el
sueño hacía bien.
Al principio se habían reunido algunas noches
alrededor de las hogueras. Y habían hablado de la
Tierra lejana. Sólo hablaban de eso. De la Tierra, y
de cómo corrían los arroyos por las afueras de los
pueblos, y del sabor de las tortas de frutilla, y del
aspecto de Nueva York en las primeras horas de la
mañana al cruzar el río, en el ferry‐boat, en medio
del viento salino.
Deseo la Tierra, pensó Saul. La deseo tanto que me
hace daño. Deseo algo que nunca volveré a tener.
Todos la desean y a todos les duele no tenerla. Más
que una comida o una mujer o cualquier otra cosa.
Sólo deseo la Tierra. La enfermedad nos aleja de las
mujeres. No las deseamos. Pero la Tierra, sí. La
Tierra es algo para el alma, no para la carne débil.
274

