Page 284 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—No.



           Y  cayó  hacia  adelante,  arrastrando  a  Mark.  Las


           bocinas aullaron. Chirriaron los frenos. Saul golpeó


           la mandíbula de Mark.


           Silencio.



           Mark yacía en el fondo del mar seco.



           Tomándolo en sus brazos, Saul comenzó a correr


           pesadamente.



           Nueva  York  había  desaparecido.  Solo  se  veía  la


           anchura  silenciosa  del  mar  muerto,  por  donde

           venían  los  hombres.  Saul  se  encaminó  hacia  las


           colinas con su preciosa carga, con Nueva York y los


           campos verdes y los viejos amigos. Cayó una vez y


           se levantó, tambaleante. No dejó de correr.


           La noche llenó la caverna. El viento entraba y volvía


           a salir, soplando sobre el fuego, desparramando las


           cenizas.



           Mark abrió los ojos. Estaba atado de pies y manos,


           con  el  cuerpo  apoyado  contra  la  pared  de  la

           caverna, frente a las llamas.



           Saul arrojó otro poco de leña al fuego. De cuando


           en cuando miraba nerviosamente, como un gato, la


           entrada de la caverna.



           —Eres un tonto.


           Saul se sobresaltó.











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