Page 288 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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el cuchillo. Luego alzó el brazo para clavar
profundamente la hoja.
—¡Cuidado! —gritó Mark.
La roca desapareció. Mark estaba otra vez allí. Saul
dejó caer la mano. Las luces del fuego jugaban en
sus mejillas. Tenía una mirada de loco.
—No te salió bien —murmuró.
Se inclinó hacia adelante y rodeó con sus manos la
garganta de Mark. Apretó con fuerza. Mark no dijo
nada, pero se movió, incómodo, y su mirada irónica
le dijo a Saul cosas que éste ya sabía.
Si me matas, decían los ojos, ¿qué pasará con tus
sueños? Si me matas, ¿a dónde irán las corrientes y
los arroyos y las truchas? Mátame, mata a Platón,
mata a Aristóteles, mata a Einstein; sí, mátanos a
todos. Vamos, estrangúlame. Te desafío.
Los dedos de Saul se aflojaron.
Unas sombras se movieron a la entrada de la
caverna.
Los dos hombres se volvieron. Los otros estaban
allí. Cinco de ellos, agotados por la larga caminata,
jadeantes, de pie ante el círculo de luz.
—¡Buenas noches! —exclamó Mark, riéndose—.
¡Entren, entren caballeros!
Al alba las peleas y la discusión duraban todavía.
Mark estaba sentado entre los hombres de ojos
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