Page 287 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—¡Lo siento, lo siento mucho! —gritó Saul—. ¡Pero
conozco muy bien a esos hombres!
—¿Y tú eres diferente? Lo dudo. Sal a ver si vienen.
Me parece haber oído…
Saul corrió.
Al llegar a la entrada de la caverna ahuecó las
manos, tratando de ver la hondonada cubierta por
la noche. Unas formas pálidas se movieron
ligeramente. ¿Era sólo la brisa que agitaba el
cañaveral?
Saul sintió un estremecimiento… un
estremecimiento leve y doloroso. Volvió al interior
de la caverna.
—No veo nada —dijo, y se quedó mirando las
llamas rojizas—. ¡Mark! Mark se había ido.
Unas rocas, unas piedras, unos guijarros, el fuego
vacilante, los suspiros del viento. Y él, Saul,
incrédulo y atontado. Nada más.
—¡Mark, Mark, vuelve!
Mark se había librado trabajosamente de sus
ataduras. Y fingiendo haber oído a los otros
hombres, lo había alejado, y se había ido… ¿a
dónde? La caverna era profunda, pero terminaba en
una pared. Entonces, ¿dónde estaba?
Saul caminó alrededor del fuego. Sacó el cuchillo y
se acercó a una roca. Sonriendo, apoyó en la roca la
punta del cuchillo. Sonriendo, hundió ligeramente
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