Page 192 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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misma con paciencia… cuando al fin lograra quitárselo. Pero
sí pensaba guardarlo para la hija que quizá aún pudiera
tener: treinta tampoco eran tantos. En cualquier caso, era un
trozo de historia. Un objeto de arte.
Era fútil —y fascista— destruir la historia así sin más,
solo porque tenía reminiscencias desagradables. Pero no
podría quitarse el anillo intacto del dedo hasta que no se
quitara también los veinte kilos que había ganado durante
el divorcio.
Así que los lunes, miércoles y viernes por la mañana,
antes de la clase de comportamiento animal que impartía en
la universidad, se bajaba de su Toyota luciendo sus
minimalistas y aún rígidas zapatillas de correr (cómo había
cambiado la tecnología en los últimos diez años) y se volvía
aún más consciente de su actual conjunto de bultos y
turgencias por la tirantez del sujetador deportivo y por
cómo se le subían los pantalones cortos cuando estiraba
junto al coche.
La universidad donde Dagmar trabajaba se situaba en
un cabo rodeado por el mar y atravesado por vientos fríos
todo el año. Las corrientes de aire le secaban el sudor de la
cara, el agua salada empapaba su camiseta al correr.
Con dolor al principio, por momentos más andando que

