Page 194 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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Los cuervos eran un aliciente. Le gustaba ser la tipa rara
que corría por la mañana temprano debajo de un vórtice de
alas negras.
Había estado en Estocolmo, en Malmö, donde había
nacido su abuelo. Había conocido a sus primos suecos y
comido arándanos rojos fuera de un Ikea. Se sabía
suficientes mitos de sus antepasados como para que la idea
de que Pensamiento y Memoria le acompañaran en su ritual
de expurgación por ese autoinflingido pecado de casarse
con el hombre equivocado le resultase… entretenida.
O quizá se había casado con el hombre adecuado. A
veces seguía pensándolo.
Pero él se había casado con la mujer equivocada.
Y de todos modos, los pájaros eran suyos. O ella era
suya.
Y siempre lo había sido.
«Tus malditos cuervos», los llama.
Como si dijera: «Te preocupan más tus malditos cuervos
que yo». Como si dijera: «¿Por qué no vas a hablar con tus
malditos cuervos si no quieres hablar conmigo?».
Sus cuervos, a los que les había enseñado a identificarla,

