Page 230 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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Mientras que los limazones eran simplemente vagos —
ahorraban energía, decían los arkhamenses con remilgo— y
nunca se arrastraban más lejos de lo necesario para
encontrar un punto de anclaje, las rantas eran cautelosas.
Los saqueos se centraban en la rotura original porque
mantenían abiertas sus rutas de escape. Y la hacían más y
más grande.
Los limazones no eran un problema, solo una molestia,
por culpa de esa tendencia suya a consumir el preciado
oxígeno, obstruir los conductos, comerse las mascotas, hacer
que cayera viscosidad del techo y crujir pringosamente
cuando los pisabas. Las rantas eran peor; las rantas eran
feroces predadoras. Puede que su presa natural fueran los
limazones, pero no le hacían ascos a los humanos
debilitados que desaparecían, ni tampoco a los branquiados
pequeños.
Pero ni siquiera ellos eran el peligro que le había quitado
el sueño a Irizarry durante los dos últimos turnos de
descanso. Lo que los limazones desgarraban y las rantas
ensanchaban era una entrada para el depredador superior
de esta cadena alimentaria alienígena.
El magnapresa: Pseudocanis tindalosi. Los registros
antiguos y los arkhamenses indigentes los llamaban perros,

