Page 242 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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Kadath eran lo bastante grandes para que Irizarry y
Sanderson caminaran en fila por ellas, aunque a veces se
veían obligados a agacharse y a veces Irizarry tenía que
reptar sobre el estómago por un viscoso limo de limazón
medio seco. Se imaginó —confió en que se lo estuviera
imaginando— que podía sentir el adelgazamiento y
estiramiento de la realidad que los rodeaba, verlo en el
deformarse de los túneles y el doblarse de las planchas. Se
imaginó que atisbaba tenues sombras por el rabillo del ojo,
que oía un susurro, que le llegaba un olor, como de algo que
casi estuviera allí.
Hipocondría, se dijo con firmeza, consciente de que esa
era la palabra errónea pero sin que le importara. Sin
embargo, cuando volvió a echarse sobre la tripa para
meterse a presión por un estrecho punto de acceso —este
obstruido por los cadáveres frescos de los limazones recién
masacrados— necesitó de todo el consuelo que pudiera
inventarse.
Estuvo a punto de tropezarse con Mangosta cuando
salió del agujero. Esta corrió a toda prisa hacia él y se
acurrucó bajo su pecho, retorciendo los zarcillos, tan cerca
de estar fuera de fase que apenas era una cálida sombra.
Cuando Irizarry vio lo que había al otro lado deseó haber
sido un poco más inventivo.

