Page 26 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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parientes más cercanos, por supuesto, pero no tenía forma
de saber si alguno había sobrevivido y, aun en caso de que
estuvieran vivos, no había forma de localizarlos.
Al principio, Belvedere se quedaba cerca y la tentaba
para que se uniera a sus caminatas y exploraciones. Sin
embargo, Calcedonia permaneció firme. No solo tenía las
baterías peligrosamente bajas, sino que con el avance del
invierno su capacidad para recurrir a la energía solar se
vería limitada. Y con el invierno llegarían también las
tormentas y ya no podría escapar del océano.
Estaba decidida a completar su última tarea antes de
apagarse.
Belvedere empezó a explorar sin ella, a atrapar él mismo
las aves y a traerlas a la hoguera de maderas arrastradas por
la marea para asarlas. Eso era positivo; debía ser capaz de
mantenerse por sus propios medios. A la noche, sin
embargo, regresaba para sentarse con ella y trepaba al
truncado peñasco de arenisca para ordenar las cuentas y
escuchar sus historias.
El mismo hilo que trabajaba una y otra vez con sus
ganchos y con sus manipuladores de precisión —el deber de
los vivos de recordar a los caídos con honor— era el que
enhebraba las historias de guerra que le contaba al chico,

