Page 30 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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         camarada caído, pero ahora se veía ralentizada porque no

         podía  trabajar  por  las  noches.  El  rescate  de  Belvedere  le


         había  costado  buena  parte  de  la  energía  que  con  tanto

         esmero había atesorado y no podía encender los reflectores

         si pretendía acabar antes de que se le agotaran las baterías.

         Podía «ver» a la luz de la luna, con absoluta precisión, pero


         su visión térmica y para luz escasa no servía de nada cuando

         se trataba de armonizar colores.



                Habría cuarenta y un collares, uno para cada miembro

         de  su  antiguo  pelotón  y  no  iba  a  conformarse  con  unas


         piezas de artesanía mal hechas.


                Por deprisa que trabajase aquello era una carrera contra


         el sol y la marea.



                Terminó el cuadragésimo collar en octubre, cuando los

         días se iban haciendo más cortos. Empezó el cuadragésimo

         primero, el dedicado a la sargento Patterson, el que tenía el


         Buda azul grisáceo al final, antes del amanecer. Llevaba días

         sin ver a Belvedere, pero eso le parecía aceptable. No iba a

         terminar el collar esa noche.



                La voz de Belvedere la despertó de la quietud en la que


         esperaba la salida del sol.



                —¿Calcedonia?
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