Page 362 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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teléfonos móviles y miraban la hora, botones de


               guante blanco saltaban al camino, sacaban maletas


               de los maleteros de taxis rojos y las limpiaban con


               unos trapos húmedos.





                  La  entrada  en  forma  de  herradura  estaba


               conectada a una carretera de ocho carriles —no la


               autopista, sino una simple carretera frontal— con


               una verja de acero en el centro para evitar que los


               peatones la atravesasen. El pavimento, nuevo pero


               ya  estropeado,  estaba  manchado  de  polvo  rojo


               traído  desde  las  devastadas  colinas  de  Guang‐


               dong por el último tifón.





                  El  tráfico  se  reduce  de  pronto  y  la  cámara  va


              hacia  arriba:  varios  carriles  han  sido  bloqueados


              por un mar de bicicletas. Ocasionalmente un taxi


              rojo o un Mercedes‐Benz se mete al lado de la verja


              de  acero  y  consigue  pasar,  con  el  conductor


              dándole a la bocina con tanta furia que podría hacer


              saltar el airbag. Hackworth no podía oír el sonido


              de la bocina, pero al acercarse la cámara a la acción,


              se hizo posible ver a un conductor quitar la mano


              de la bocina y agitar el dedo hacia la muchedumbre


              de ciclistas.





                 Cuando  vio  quién  pedaleaba  en  la  bicicleta


              principal, se volvió asustado hasta la náusea, y su


                                                                                                          362
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