Page 19 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
P. 19
—En otras zonas será un eterno amanecer o
atardecer —comentó Denise tontamente.
—¿Eterno? Tal vez sí. Quizá tengan noches lar‐
guísimas, de un año, o de diez años. ¿Y qué? ¿Emi‐
gran en masa o entran en hibernación?
Sean volvía los ojos a todos los lados. Se satu‐
raba de aquel verde intenso, contemplaba, aquí y
allá, las grandes flores blancas y amarillas semejan‐
tes a balones playeros, las parras de racimos gigan‐
tes, un pinzón grande como un ciervo, con franjas
de oro en las alas y con una máscara color carmín
encima del pico, la cáscara anaranjada de una gra‐
nada, grande como una campana de buzo, tirada
cerca del bosque y partida por un lado, y sobre to‐
do, los dos gimnastas eróticos..., con su desnudez
alegre e indiferente, incluso cerca de la astronave y
en medio de las víctimas del aterrizaje. Por primera
vez, sintió una cierta tumescencia en sus carnes,
que si bien estaban descongeladas, en realidad no
habían despertado totalmente hasta ese momento.
Una excitación curiosamente inocente le invadió al
contemplar cómo irrumpía cada vez más gente en
la pradera para volver a lo que estaban haciendo
antes de que aterrizase la nave, con sublime —sí,
en efecto, sublime— indiferencia hacia el vehículo
que se alzaba en medio de ellos. Aunque tampoco
era indiferencia; al parecer, era sencillamente que
19

