Page 267 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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el Infierno, ¿no es cierto? ¿Es que nos has designa‐

               do para algo especial, Dios? ¿Para algo nuevo?

                      —Deberías saberlo ya.


                      —¿Antes de estar en gandiciones de dártelo?

                      Mientras  contemplaba  aquel  rostro  sereno,  ju‐

               venil, enmarcado en oto, y recordando que Él (o un


               Todo aún más grande) era el responsable del dise‐

               ño y de la continuidad de todo aquel mundo en su

               forma actual, Sean se sintió apocado.


                      —Te  recomiendo  las  naranjas  —sonrió  Dios,

               con una seña en dirección al bosquecillo, como la


               de un jefe de sala mostrando el camino a un invita‐

               do.

                      ¿Serían  quizá  los  árboles  del  conocimiento?


               Sean,  acompañado  de  Dios,  se  encaminó  hacia  el

               naranjal. Una vez allí, cogió un fruto y comió de él.


                      La naranja, aunque maravillosamente dulce, no

               le  sugirió  ninguna  solución.  ¿Tal  vez  porque  no

               existía tal solución?


                      —Levanta  tus  ojos  hacia  las  colinas  de  donde

               desciende la sabiduría —dijo Dios, críptico, y des‐

               apareció de allí.







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